14 feb 2013

Consejos de los miércoles: Los primeros 60 días en casa

Después de la larga espera del proceso de adopción, todos soñamos con traer nuestro hijo o hija a casa para siempre. Que ya no sea huérfano, que nos adaptemos todos bien como familia, que los hermanos conecten instantáneamente unos con otros y que lo que conlleva la vida en un hogar eche raíces en el corazón de nuestro nuevo hijo. Nosotros trajimos a nuestra hija Joya hace casi un año ya, cuando tenía 26 meses de edad. Cuando la gente me pregunta que qué es lo que nos ha parecido más duro de la experiencia adoptiva, les digo con toda sinceridad que los primeros 60 días en casa, que para mi fueron los más oscuros y los más agotadores. Ahora, desde la distancia del tiempo, vuelvo la vista atrás y me es más fácil ver qué partes específicas fueron las más difíciles.


Incluso si el viaje y la estancia son fáciles, llegar a casa puede ser duro! Después de que Joya pasara por la separación inicial de su familia de acogida, su actitud fue muy buena y fácil para recorrer China. Desde restaurantes a centros comerciales, siestas, paseos en el parque de al lado, incluso la hora de irse a dormir, todo lo hacía sin protestar. Durmió en su cuna pacificamente todos los días excepto el primero, y pensé que esta facilidad de caracter seguiría una vez llegáramos a casa. Para nada. A pesar de que el jet-lag acentuó de veras el problema, estoy segura de que Joya supo desde el primer día que llegamos a casa, que esto era el final. Le devoraba la ansiedad y le aterrorizaba irse a la cama. Le gustaban sus hermanos, pero estaba en pleno duelo por la gente, el idioma, y el ambiente de China al que estaba acostumbrada.            


Mucho llanto. Después de casi dos semanas en China teniendo nuestra atención exclusiva, la vida normal en casa fue una dura prueba para ella. Su padre tenía que volver al trabajo y aunque sus hermanos estaban casi todo el día en el colegio, para ella fue muy duro darse cuenta de que no era la única niña a la que atender y criar. Me di cuenta en seguida de que su dolor venía en oleadas. Llorar era una de las formas más importantes a través de las que Joya expresaba su dolor. Se deshacía en lágrimas de pronto, sin razón aparente, y lloraba inconsolable durante una hora o más. Enfrentarse a esto me dejaba sin energía y me consumía. Era como ser la madre de un niño enfermo o herido. Pero no había nada que pudiera hacer para que se sintiera mejor, Joya estaba herida y el amor y el tiempo eran las únicas medicinas.


Quedarse en casa es lo mejor. Establecer una rutina suavizó la transición. Cuando hacíamos demasiadas cosas en un día, la ansiedad y el malestar de Joya salían a la superficie. Y aunque no estaba preparada para ello, rápidamente aprendí que pasar mucho tiempo en casa y mantener una rutina fija y predecible, era lo mejor para ella. Creo que le dio tiempo a trabajar sus emociones teniendo la seguridad de saber lo que venía después, sin experimentar la incertidumbre. Para mi, esta decisión significó decir no a algunas cosas que habría preferido hacer, pero una vez reconocí el beneficio, el sacrificio mereció la pena.



El dolor puede tomar muchas formas. La adopción es maravillosa pero siempre empieza con una pérdida. A veces un huérfano experimenta múltiples pérdidas antes de unirse a una familia para siempre, y ese daño no desaparece. Como huérfana, Joya tuvo la suerte de no vivir en una institución, pero vivió con una familia de acogida maravillosa que claramente la querían. La trataban como una hija más. Le daban de comer, la vestían, la mimaban y la consentían como la pequeña de la casa que era. Incluso tenía dos abuelas muy cariñosas en el barrio a las que quería y con las que tenía una fuerte relación afectiva.


Todas estas cosas tan buenas han contribuido a que sepa y comprenda lo que es la vida en familia y lo que implica tener una familia. Su corazón sabía cómo amar y cómo vincularse, pero romper estas relaciones y tener que reestablecer esos lazos con otros es definido por una sola palabra: trauma. Durante los primeros 60 días en casa, las emociones de Joya eran como una montaña rusa. Los momentos más duros para mi fueron cuando expresaba que quería estar físicamente conmigo (es decir, en mi regazo, que la aupara) pero cuando me acercaba a ella intentaba pegarme, así sin avisar, me daba patadas, tortas, me arañaba y me daba cabezazos. Ahora lo describo como "odíaba querernos". Necesitaba vincularse a unos padres, pero no quería que tuvieramos que ser nosotros, y más especificamente, que tuviera que ser yo.


Pronto aprendí. Empecé a anticipar su conducta y trabajaba para reducirla. Por ejemplo, antes de cogerla en brazos la preparaba verbalmente, le decía que la iba a coger en brazos y que podía no pegarme, que su mami necesitaba que fuera "suave" con ella. Luego le ponía suavemente una mano en su brazo, o la cogía, para que su cabeza no golpeara la mía, por si acaso. Esta conducta desapareció cuando ya llevábamos en casa dos meses, pero si lo hubiera sabido de antemano, habría endurecido mis propias emociones para no sufrir. Tal y como sucedió mis propios sentimientos heridos se sumaban a nuestra tumultuosa transición.


El teléfono rojo. Una vez dicho todo esto, mi mejor baza durante toda nuestra adopción fue una amiga y mentora que ya había recorrido ese camino antes que yo. Mi marido y yo hablamos a propósito con David y Mindy cuando pensamos la primera vez en adoptar en China. Ellos tenían tres hijos más en su familia a través de la adopción, y queríamos aprender de ellos lo más que pudiéramos. En estos momentos de transición, Mindy me otorgó privilegios para el "teléfono rojo". Respondía de inmediato a mis SMS y a mis llamadas comprendiendome y aconsejándome, me dio seguridad para seguir adelante, se alegraba conmigo y me consolaba. Cuando sufría de jet-lag, sin dormir desde hacía días, y con mis emociones a flor de piel por estos problemas de adaptación, fue la que me dijo que era normal y que pasaría. Sus palabras más poderosas fueron: "La adopción puede ser muy dura pero es PRECIOSA."


Ahora puedo pasar esta verdad a los demás.
El primer consejo que doy a la gente cuando hablan sobre adoptar es: "¡Encuentra una mentora! Que te apoyen y te aconsejen me protegió a mi de la desesperación."



La adopción es maravillosa. Hay una belleza especial en el proceso que no es comparable a nada. Joya, ahora con tres años, está desarrollandose muy bien como la menor de cinco hermanos. Es preciosa, divertida, lista y sencillamente, deliciosa. La adoramos y ella nos quiere de verdad con todo su corazón.


~Laurie Sweeney es la asistente de la coordinadora de la Casa de Curación True Children de LWB.

¿Tienes alguna historia o algún consejo que puedas dar a otros sobre los primeros meses en casa?


No hay comentarios: